En el exterior, los contracargos pueden parecer muy similares a las devoluciones tradicionales, pero hay una diferencia muy relevante: en lugar de contactar al comercio para obtener una devolución, el comprador le pide al banco emisor de su tarjeta que se aplique la devolución del dinero, quitando así el dinero de la cuenta del comercio a la fuerza.

A continuación, se realiza una investigación y, si el banco considera que la solicitud del titular de la tarjeta es válida, los fondos se retiran de la cuenta del comercio y se devuelven al comprador; el comprador, por otro lado, no está obligado de ninguna manera a devolver lo que compró.

El comercio no tiene voz en esto. Como protección al consumidor, el contracargo se inclina naturalmente hacia la seguridad del titular de la tarjeta, de varias maneras:

Los contracargos están diseñados para que los clientes se sientan seguros.

El riesgo de una reversión forzada de fondos mantiene a los comercios enfocados en brindar un servicio al cliente de calidad.

Los contracargos también sirven para disuadir a los comercios que podrían verse tentados a vender productos o servicios de mala calidad.

El comprador afirmará que los productos o servicios no fueron como se describen, lo que preparará el escenario para una situación de reclamo.

La amenaza de contracargos ayuda a los comercios a mantenerse transparentes.

No se puede esperar que los clientes paguen por algo que nunca se entregó, cargos que no deberían haberse realizado en primer lugar o devoluciones que nunca se emitieron.

Los contracargos ayudan a proteger a los titulares de tarjetas de los efectos del fraude criminal.

En un mundo donde existe las violaciones de datos, muchos titulares de tarjetas ni siquiera se sorprenden cuando se enteran de que se han realizado transacciones no autorizadas en su cuenta. La capacidad de presentar un contracargo en transacciones fraudulentas con tarjetas de crédito ayuda a víctimas inocentes a recuperar su dinero.